Entre pandemias y demás, hemos pasado dos años sin tener una reunión familiar de las de verdad, en la que estemos todos, o al menos casi todos, porque juntarnos todos cuadrando agendas siempre es difícil. Pero al menos no tener que vernos a metro y medio de distancia o por llamadas de WhatsApp. Y como siempre he tenido un cierto don como maestro de ceremonias he sido el encargado de mover los hilos para la reunión, poniendo a todos de acuerdo con la fecha, lo más importante para empezar.

Lo primero era localizar un buen restaurante que nos viniera más o menos bien a todos. Y no estábamos como para ahorrar después de tanto tiempo. Solo se vive una vez y esta reunión merecía un marco incomparable como se suele decir. Y como conozco bastante bien también a mi familia yo mismo me encargué del menú, siempre abierto a que alguien quisiera pedir algo por su cuenta por aquello de las intolerancias, las alergias, o las dietas. Pero, en principio, apostaríamos por el marisco. 

Y para el vino, tenía pensado vino pazo baion albariño para estos platos. Somos varios en la familia los fanáticos del vino albariño. Y en esto también nos merecíamos darnos un gustazo. Este vino es de lo mejor, en mi modesta opinión, y combina muy bien con buena parte del menú. También debo decir que la decisión de tener adelantado el menú es que si no puede ser una locura: casi 20 personas decidiendo cada plato, negociando las tapas, el vino, etc. 

Por eso puse como condición que, si me encargaba de organizarlo yo todo, que me dejaran hacerlo a mi manera. Lo único que sí que iba a consultar era el precio aproximado final, para que todos lo tuviéramos en cuenta y no llegar allí y no querer pagar el vino pazo baión albariño. Pero conociendo a mi familia seguro que lo disfrutan tanto como yo, que debo decir me lo estoy pasando pipa organizando. Y es que después de tanto tiempo, todos nos merecemos volvernos a encontrar y disfrutar de la vida como se merece.