Rara vez se presta la debida atención a la salud y el cuidado facial hasta que el acné, las rojeces o los signos del envejecimiento entran en escena. Solo entonces los afectados toman conciencia de su importancia y deciden someterse a un tratamiento cara.

A diferencia de otros órganos, la piel está expuesta a agentes externos como la polución ambiental o las bajas temperaturas. Es natural, por tanto, que el cutis antes joven y terso se deteriore con el paso de los años. Pero las nuevas generaciones no comparten el gusto de las anteriores por el bótox, el lifting y otras soluciones invasivas. Argumentos no les faltan, a decir verdad.

En primer lugar, los tratamientos sin bisturí conllevan un menor riesgo para la salud. Por seguro y eficaz que sea el desempeño del cirujano, sus actuaciones pueden acarrear complicaciones durante el postoperatorio y requieren, a fin de cuentas, un periodo de recuperación más extenso y molesto.

Por el contrario, las intervenciones menos invasivas están sujetas a tiempos de recuperación mínimos, limitándose con frecuencia a la aplicación de medicamentos tópicos, sin necesidad de acudir a constantes revisiones.

Además, el coste de los procedimientos no invasivos es generalmente más asequible. Cualquier persona, sin importar sus recursos económicos, puede acceder a tratamientos que rejuvenezcan su imagen.

Pese a lo anterior, el peeling, la mesoterapia y otros procedimientos faciales sin pasar por quirófano ofrecen resultados satisfactorios. Cierto es que sus efectos son menos permanentes, lo cual es beneficioso si la operación no ha salido como se espera.

De hecho, los tratamientos que prescinden del bisturí involucran tecnologías más novedosas. Algunas de sus técnicas, como Ellansé, están en boca de la prensa especializada, tan vanguardista son. 

Por su innovación, precio asequible, menores riesgos y óptimos resultados, los tratamientos faciales no invasivos reciben una intensa demanda en la actualidad.